Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente
lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa
y había que decir adiós a personajes con los que había
corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por
los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida
le parecería vacía y sin sentido…
Michael Ende, La Historia Interminable
Hay tantas cosas de Disco Elysium que me gustaría contar que no sé por donde empezar. Un día después de terminarlo y sigo sin quitamerlo de la cabeza. Incluso ahora mismo está sonando de fondo la banda sonora, la maravillosa música de British Sea Power. Yasí es dificil superarlo, así es dificil no encender el ordenador y clickar el acceso directo de Disco Elysium. Pero no, las aventuras de Harry no continuaran. Ahora me toca a mi, me dice la vida.
No tengo boca y debo gritar, se titulaba cierto libro, y un poco así me siento. me faltan palabras y conocimientos para poder trasladar todo lo que ocurre en el juego. Y todo lo que me ha ocurrido a mi, el que supuestamente esta al mando. Quizá debiera centrarme solo en un solo aspecto, o, mejor dicho, en una sola de las multiples emociones que me despertaron el juego.. O puede que me fuera mejor si trato de definir el juego, de clasificarlo, de estamparle una etiqueta que me ayude a verlo como una mera ficción, de verlo como un producto que en realidad me es ajeno.
Disco Elysium es el mejor juego que he jugado desde Life is Strange. Ambos son juegos fáciles, no exigen ninguna destreza especial, ambos ofrecen una historia donde interactuar con ella. Ambos son melancólicos, desiguales, formidables. Tanto en uno como en otro jugar es sentir al personaje. O intertarlo. En ninguno de los dos he conseguido escaparme a mi yo. A mis multiples yos. He tomado decisiones sinceras, otras politicamente correctas (ni una concesión al fascismo), en contadas ocasiones me he dejado llevar por el personaje. Y así me he sentido satisfecho, sobre todo atribulado, no pocas veces incomodo. Y casi siempre maravillado por lo que despertaba el juego.
Normalmente me tomo los juegos de computador como una especie de reto, o quizá no sea eso. Juegos como El Europa Universalis, el Football Manager probablemente los que más tiempo dedico, por así decirlo ya los domino. Los transito como quien va por un sendero que utiliza todos los días. En realidad son una burbuja, me sirven para dar forma a lo que no existe y quizá quiera que exista, el equipo de los viejos tiempos, la Graad de mis sueños. Es una experiencia cómoda, satisfactoria y muy poco estimulante. Supongo que es lo que se conoce como «zona de confort».
En cambio tanto en Life is strange como en Disco Elysium me veo obligado a tener en cuenta cosas que no aparecen en mi vida. Pero que están ahí, me lo recuerda el juego. Encuentro el sexo perturbador, la sola mención del pene me sonroja, supongo que soy patetico, o moralista como le llaman en Disco Elysium. En cuanto a la homosexualidad, yo convertí Life is Strange en un cuento de hadas donde Max y Chloe son grandísimas amigas, ni más ni menos y en Revachol ni tan siquiera me acercado, todos los sentidos se disparaban en alerta. Descubrí en el juego de Za-um horrorizado que en el fondo estaba dando el mismo trato a la homosexualidad que al fascismo.
Pero esta bien que sea así, que rompan mi tendencia a exiliarme en mi mismo, a destrozar la comodidad de mis propia ideas, de mis convicciones, de mis generalizaciones. De enfrentarme a lo que nunca ocurre en mi parco esquema mental. Ojalá ocurriera más a menudo.
Pero no todo son perturbaciones en la onda moral , ambos juegos tienen una banda sonora que ha conseguido mi, otra vez, estrecho panorama músical. ahora Brtish Sea Power y Syd Matters ya estan mi lista de reproducción, quizá demasiado, después de todo tengo una naturaleza obsesiva.
Y es que, saben una cosa, cuando sonaba el tema «Detective Arriving On The Scene» o » Instrument Of Surrender» mientras vagaba en completa soledad por la costa me sentía un auténtico Blade Runner. Poco me importaba estar atascado, no tener muy claro que hacer. Estaba Harri, estaba KIm, estaba yo, el mar, la brisa y la música. Y así, a pesar de todo, a pesar de no ser no más que un peón de la historia, o un instrumento del poder, quizá una creación, un personaje de un juego guiado por vete a tu saber que loco, que a pesar de mis debilidades, de mis taras, o precisamente por ellas, era humano.
Así que adiós Harry, adiós Max. No nos volveremos a ver. Pero me acordaré siempre de vosotros.
«El futuro te enseña a estar solo. El presente a tener miedo y frío»