Leo una reseña de Dan Thuraut, últimamente lo hago mucho. Las leo por que son entretenidas, por que me gusta su manera de entender los juegos. También con la secreta esperanza de que a fuerza de leerlas se me pegue un poco.
Acabo de terminar la que dedica a Versalles el juego de Hermann y Engelstein sobre el tratado que puso final a la Primera Guerra Mundial. Como siempre ocurre con las reseñas de Thuraut toca algunos de sus temas constantes y recurrentes.
Pero sobre todo nos dibuja la historia de un hombre, de un humilde lavaplatos que intento que los más grandes hombre de la época le es escucharan. Por supuesto sus peticiones no fueron atendidas. Los Tratados no son cuentos de hadas y los ministros y presidentes ni mucho menos genios de la lámpara.
Más tarde Thuraut nos revelara que ese humilde lavaplatos es Ho Chi Minh. El que fue el líder del Vietnam en su lucha contra Francia y EEUU. Y esa revelación no ha hecho que despertar mi fascinación e incredulidad. Lo que hasta entonces me parecía un gran ejercicio de literatura, contar un evento de notables desde los ojos de un pequeño resulto ser real. La Wikipedia francesa lo corrobora, la carta que ayudo a escribir existe, Ho Chi Minh estuvo allí y lo intento. Es cierto que en 1919 Londres trabajo en el hotel Carlton como lavaplatos y poco después llego a Francia. Y todo sea dicho de paso, la biografía de Ho Chi Minh es apasionante, es imposible detenerse en 1919.
Es una genialidad; que una parte de la reseña este dedicada a ver el tratado de Versalles desde Ho Chi Minh consigue evitar el camino trillado de interpretarlo como una causa de la Segunda Guerra Mundial y olvidarse de todo lo demás. Pero no sólo eso, también me sirve como punto de reflexión de lo que incorporamos nosotros a un juego.
Yo ya sé que si alguna vez juego a Versalles lo voy a hacer de manera como lo hubiera hecho de no conocer la historia del friegaplatos. Que voy a ver en el tablero otras cosas que antes no veía. Que “Oriente” va a dejar de ser ese lugar tan exótico y donde no me importaba tanto lo que llegara a ocurrir.
También leer la biografía de Ho Chi Minh me ha devuelto al presente, a aquí y ahora. «Comunismo, aquí está el enemigo», y «La destrucción de la patria no es una opinión; es un crimen» es lo que le espetó el nacionalismo francés al vietnamita, en un discurso que calca nuestros fachas de VOX.
Y es que Versalles es un juego que pone sobre su mesa, y la nuestra, la autodeterminación. Que en este país es una aberración, un anhelo o algo terriblemente incomodo, un «sí pero no» tan difícil de justificar (esa es, por supuesto, mi opción). Me temo, como dice Thuraut en la introducción de la reseña, “los asuntos de la historia solo se resuelven cuando dejan de importar” y rara vez lo hacen.
Es curioso pero ahora tengo la sensación de que el valor añadido que le ha dado esta reseña al juego va a provocar que nunca este la altura. Es lo que tiene ser una reseña ejemplar.
La reseña en Space Biff It’s Pronounced Ver-sah-ay-LEES